domingo, febrero 11, 2007

"La España indiferente"


Ésa es la España que camina por el mundo, feliz y sonriente, con aires de famosa.
Exportadora de barata mano de obra aun no hace medio siglo, hoy se sienta a la mesa, encorbatada, con los países más ricos del planeta.
Les entregó, eso sí, como Fausto a Mefisto a cambio de una ilusión más que pasajera, su alma entera.
Como los gatos, esta España indiferente se adapta como puede a lo más fácil. Se acomoda en el mejor rincón con gran desprecio de todo cuanto no comporte el mayor bienestar que pueda conseguir en aquel justo instante.
Mira sin ver porque nada le importa ya de cuanto no sea ir montada en el carro de los vencedores, a quienes obedece sin la menor réplica.
Es la necesidad política, el bien del pueblo, lo que piden los votantes… ¡Los votantes! Ese ente que es la concreción máxima de esta España indiferente que apesta a dinero. –¡Dinero! ¡Lo inventó el diablo! – decía San Francisco, el de Asís.
Pues sí, lo inventó el diablo para poder manejar con él al mundo entero. ¿Como no va a manejar a un país que hace cuatro días era cuna de hambrientos emigrantes? ¡Si no hay mayor glotón que un muerto de hambre! Y a este país de muertos de hambre le compró el alma el diablo con cuatro caramelos.
Hasta los curas están a punto de perder sus caudales en este negocio torcido con el diablo, pues en cuanto se ponga de moda algo que sustituya los bautizos se les acaba el maná que ahora les cae desde la Hacienda Pública. –¿Quién te dejó sin alma, España, el hambre vieja o el dinero nuevo? Viven indiferentes hoy las gentes más ancianas, porque vivieron años de derrota y desencanto amasados en miseria allá en su ya lejana juventud, y escarmentaron.
Indiferentes también los mayores no ancianos todavía, porque aprendimos de nuestros padres en su día que más importante que nadar es mantener la ropa seca y bien guardada.
También indiferentes en grado sumo los aún no mayores, porque crecieron ya sobre un escenario de estudiada y buscada indiferencia.
Y de forma ya casi irremisible los jóvenes, porque han convertido el no pensar en el fondo de pantalla de su mente.
Tan sólo unos pocos apuestan de verdad por lo que piensan entre quienes se sienten del lado del vencido. Pero la muchedumbre, la masa informe sin alma y sin conciencia, busca afanosamente el modo de hacerse un sitio en ese indefinido carro de la abundancia que pasean impúdicos los triunfadores como único bien, absoluto valor para su mente estrecha y deshumanizada. ¿Quién va a salvarte ahora, España indiferente y desalmada? ¿Quién pondrá en pié de nuevo tu conciencia, hoy tan relajada? Quienes sentimos pena honda por la España espantajo que hoy tenemos, vemos como un mal endémico y tal vez en estado irreversible este fasto popular del que hace gala la mayor parte de esta población indiferente.
Vemos como la vanidad gana la calle y guía las mentes de la ciudadanía hacia un consumismo desaforado que cual vorágine le absorbe cuerpo y alma.
Vemos como se llena las cabezas de nuestros escolares y estudiantes con saberes académicos mientras se deja vacías sus conciencias de todo contenido que no sea la propia conveniencia. Vemos como quienes debieran gobernar se inhiben y no gobiernan y ceden a esta avalancha de deshumanidad creciente sin hacer nada que pueda hacerle frente.
Vemos como esa Iglesia Católica nefasta que tanta sangre hizo correr en la España valiente y progresista sigue empecinada alzando trasnochadas banderas y emponzoñando el aire con el fétido aliento de su blasfema prédica guerrera.
Vemos como la sombra de la dictadura se alarga y perpetua alcanzando de pleno nuestro tiempo. Vemos como renace la España negra que apuesta por la intolerancia y por la muerte.
Vemos… Vemos un momento difícil y un futuro incierto. ¿Qué va a pasar ahora? ¿Va a seguir esto así sin que ningún gobierno se proponga como objetivo principal que el pueblo llano vuelva a tomar conciencia? ¿Tendremos que esperar a que renazca de sus propias cenizas, al final de su ruina, esta España que hoy se muestra indiferente, vividora y necia? OTRO MUNDO ES POSIBLE, OTRA EDUCACIÓN ES NECESARIA
Pepcastelló